En esta vida no hay nada para siempre, ni mucho menos existe la inmortalidad, ya que por suerte todo tiene su fin. Eso es algo que la vida nos enseña día a día de diferentes formas, algunas son muy difíciles de superar y otras son meros trámites.
Yo me quedo en la segunda opción: que no puedo continuar como quiero, me bajo del tren y me pongo a andar por la vía (más despacio pero más seguro) hasta que se acerque otro tren. Por ahora, todos esos trenes vitales han sido muy positivos, siempre te aportan algo: conocimiento, madurez, amistades, vivencias, recuerdos y deseos. Tal vez, mi optimismo me permite hablar así, siempre miro a la vida de frente y intento hacer rectas de las curvas y rellenar esos baches para no tropezar ni que tampoco se tropiecen los que me rodean. Ahora mismo, una parte de mí (muy grande por cierto) va montada en un tren muy bonito y de muchos colores, tantos como colores tiene el arco iris, y espero que el billete me permita seguir montado mucho tiempo, tanto como sea posible, pues por desgracia todo tiene su fin, aunque para mí esa estación está tan lejana que ni la percibo ni se como se llama, espero no llegar nunca.
Uno de esos trenes de los que me bajo es el del VIPS, y me bajo voluntariamente obligado (redundancia con sentido), creo que antes de que se estrelle, pues no creo que tenga estación de destino. El tren VIPS hacía ya mucho ruido y sus motores estaba ya muy gastados, supongo que irá a peor, aunque ciertamente no lo deseo. Lo más triste es que en ese tren aún van pasajeros a los que aprecio mucho, algunos de ellos son grandes amigos, otros viajeros se bajaron antes que yo, la mayoría expulsados por un revisor perverso y desagradecido, ese mismo que hoy me ha obligado a mí. Quería cambiarme el billete por otro tren italiano menos vistoso y con una estación muy adversa y poco comunicada con el otro tren que cojo a diario: el de la universidad, que resulta más beneficioso para mí.
Ahora sólo deseo que el nuevo tren que coja en un futuro sea tan agradable como el la comida prefabricada que me alojó durante casi seis meses. Al final seguro que será placentero ese tren...
David Galisteo, 7 de abril de 2010
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