jueves, julio 29, 2010

LA LINTERNA, UNA HISTORIA DE MONSTRUOS

Paula y Álex habían conseguido muchos caramelos y golosinas en este día de Halloween y se habían divertido mucho con tanto susto, aunque a Paula al principio siempre le daba el corazón un vuelco. Claro, ella tiene ocho años, mientras que su hermano mayor, de 13, está ya acostumbrado a los sustos. Regresaron a casa, donde estaban esperándoles sus padres que ya tenían lista la cena, nada especial para comer: sopa y salchichas. El padre les había traído un juguete que un amigo del trabajo le regaló: una especie de linterna antigua que no iluminaba aunque sonaba como varios cascabeles al agitarla. Álex ni se inmutó pero a Paula le encantó y empezó a jugar con la linterna. - Mira que eres tonta Paula, si está rota – dijo Álex.
- No está rota, es mágica y sirve para espantar a los monstruos – contestó Paula.

- ¿Monstruos? ¡Ja, ja, ja! – se reía Álex – “Paula cree en monstruos, Paula cree en monstruos”

- ¡Mamá! Álex se está metiendo conmigo – se chivaba la niña a su madre.

- ¡Basta ya niños! – interrumpió la madre – Venga, los dos a la cama, que ya son las diez de la noche.
- ¡Jo Mamá! Que yo quería ver la peli de terror – replicaba Álex. Así los niños se fueron a sus habitaciones, pero Paula antes le dijo a su madre:
- Mamá, tengo miedo.

- ¿Tienes miedo hija?

- Sí, he tenido muchos sustos hoy, no tengo sueño, déjame quedarme un poco más – rogó la niña.
- No, Paula, que mañana nos vamos temprano al pueblo. Venga a la cama mi amor – explicó la madre.

La niña accedió y se fue a la cama con su madre que la iba a arropar, la madre apagó la luz y cerró la puerta. La habitación estaba muy oscura y silenciosa, solo se escuchaba el sonido del viento en la ventana. Paula tenía los ojos muy abiertos y se fijaba en cualquier sombra en su habitación que formara algo extraño. En un instante, se escuchó un crujido y Paula se escondió enseguida debajo de la manta agarrándola con todas sus fuerzas. La niña seguía con los ojos abiertos y casi sin respirar, entonces escuchó un sonido como una respiración, ese sonido se parecía más al jadeo de un perro y salía debajo de su cama. Sintió como algo golpeara su cama: un golpe seco y otro más fuerte a continuación.
Paula empezó a sentir mucho más miedo que el que había tenido con el “susto o trato” de esa tarde. Ese ser estaba entrando en su cuarto por debajo de la cama, se escuchaba como las garras arañaban el suelo de madera de la habitación, parecía que el monstruo escalara. El terror que había en Paula hacía que no pudiera salir ni una sola voz de auxilio para llamar a su madre. Al fin, la criatura salió y se irguió sobre sus patas, tenía los cuernos grandes y afilados, los colmillos le llegaban al pecho y los brazos barrían el suelo. Aunque Paula era incapaz de ver al monstruo porque seguía debajo de las sábanas. El monstruo empezó a moverse en dirección a la cama de Paula de forma lenta y dando patadas a cada juguete que había por el suelo. En ese momento, Paula recordó que tenía la linterna que le regaló su madre, esa linterna que ella creía que era mágica. Así que la cogió con fuerza y salió de las sábanas para recibir al monstruo. La criatura observó la situación con sorpresa, no esperaba esa reacción, aunque recurrió a su mueca más dantesca. Paula no podía mirar, cerró los ojos por el pánico, pero empuñó la linterna en dirección al monstruo. Y sucedió entonces lo impensable, de la linterna que no iluminaba salió la luz más brillante que nunca vio nadie. El monstruo retrocedió unos pasos hacia atrás ante tanta luz, pero no pudo evitar desaparecer ante la luz de la linterna. La criatura se había esfumado y Paula abrió entonces los ojos y encendió la luz de su mesa. Ya no había nada, sólo su habitación, Paula pudo dormir tranquila esa noche.


David Galisteo, 31 de octubre de 2008

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